Los gremios mayoritarios alcanzaron un preacuerdo para sostener un triunvirato, aunque persisten las presiones de quienes reclaman un único secretario general. El rol de Moyano, la resistencia de Barrionuevo y la ofensiva del sindicalismo K marcan la disputa.
En la cuenta regresiva hacia el congreso del 5 de noviembre, los principales dirigentes de la CGT intensificaron las negociaciones para definir la nueva conducción. Un sector amplio coincidió en mantener el esquema de tres cotitulares, pero otros empujaron la idea de un único secretario general. En ese escenario, la posición de Hugo Moyano resultó clave: retiró la candidatura de su hijo Jerónimo y respaldó a Octavio Argüello, aunque no definió aún su apoyo final.
Entre los nombres que circularon para el eventual triunvirato aparecen Cristian Jerónimo (Vidrio), impulsado por Gerardo Martínez (UOCRA), y Jorge Sola (Seguros), cercano a Héctor Daer (Sanidad) y Andrés Rodríguez (UPCN). Como tercera figura surgió Maia Volcovinsky (Judiciales), con respaldo parcial y cuestionamientos internos. En paralelo, Luis Barrionuevo insistió en un único secretario general y dejó entrever su preferencia por candidatos propios, como Daniel Vila (Carga y Descarga).
El kirchnerismo sindical se encolumnó detrás de Abel Furlán (UOM), con la intención de forzar una conducción más combativa frente al gobierno de Javier Milei y de bloquear la proyección de Jerónimo. Mientras tanto, dirigentes moderados como Sola y Jerónimo defendieron un perfil dialoguista, cercano al empresariado y con vínculos internacionales, lo que despertó desconfianza entre sectores más duros de la central.
Con apenas 44 días por delante, la definición se mantiene abierta. El resultado de las elecciones del 26 de octubre también pesará en el desenlace: si el oficialismo sufre una derrota, la central obrera podría endurecer su postura, lo que marcaría no solo la nueva etapa de la CGT, sino también el rumbo político hacia 2027.
